se desmontaron de la nube, estirándose, bostezando y caminando para relajarse.
Cayeron en la región de los nevados, en el país de la nieve, envidiado por sus minas de oro, de esmeraldas y diamantes, y porque era el centro de un territorio donde se tenía poder sobre muchas cosas.
como venían mareados a causa de la altura y de la presíon, Mohán se sentó en una roca no muy alta pero plana, mientras Madremonte se acomodó en una piedra caliza de color blanco y que estaba cubierta de escarcha. Se restregaron los ojos, que les ardían por el frio. Sonrieron y descansaron mirando el sol amarillo al occidente.
La neblina y el frio los envolvió, cayendo en una rara ensoñación. Mohán Vió que su amiga estaba linda y sensual, con su cabello suelto, sus labios rojos y los ojos muy brillantes.
Ella estaba mirando el reflejo de la nieve que como un gigantesco espejo, reflejaba el cielo y las nubes de colores que iban pasando sobre ellos. De su cuerpo salía un aroma inquietante, que el mago no resistía porque su sangre se congestionaba corriendo a velocidades de vuelo. Su corazón era una bomba loca con ganas de estallar, y eso tenía que remediarse.
viéndole esos ojos brillantes, el cabello como una hoguera negra y la sonrisa provocadora, además de los labios tan rojos, se levantó impulsándose brusco, cogiendo a la diosa de los hombros y acercándola a el con la respiración agitada, mientras Madremonte lo miraba asombrada y ansiosa.
Mohán la atrajo mas y mas aspirándole el perfume de selva y agua, besándola loco, en el cuello, en los labios, en los ojos, en los hombros, en los senos, en el ombligo, continuando hasta los tobillos y volviendo a subir, mientras sus manos indetenibles exploraban deliciosas regiones, aquí, allá, acuyá . . . .Ya le había destrozado el vestido de hojas de eucalipto que llevaba puesto desde hacía tres meses. La levantó y la recostó contra la roca. La nieve crepitaba bajo los impulsos del mago. "Hazme el amor como quieras, Mohán. No pares, no pares por favor" y se retorcía en gemidos y cortos gritos. Mientras Mohán levantaba su guayuco de cuero de lobo y le entregaba a su amante, un volcán hirviente de fuego y lava, que la diosa aceptaba agradecida. "El amor en el hielo es incomparable" decía ella entre largos suspiros. "Nunca olvidaré el pais de la nieve. Este lugar es el mejor del mundo"
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