miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 130 (la desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus).......2




. “Esto es lo mejor que me ha podido pasar” gritaba Zulia jubilosa “le doy gracias al cielo, a los dioses, al pájaro de mil colores, al còndor y a ustedes por haberme dado el regalo de èstas alas maravillosas que me permiten ir de un sitio a otro en poco tiempo”. “Aprovèchelas como mejor pueda” le gritaba Cajamarca, admirado por el vuelo de la muchacha, mientras Guaymaral miraba mudo a su hermosa mujer convertida ahora en un adorable pájaro que querìa tener en sus brazos.
En cuarenta minutos estuvieron sobre el pueblo de los Barì, o Motilones  pero raramente solo vieron a pocos indios entre las chozas……… “porquè no se ve la gente en el pueblo?” preguntò Millaray ordenàndole al còndor que diera algunas vueltas sobre el caserìo para observar que pasaba allì “No será aconsejable bajar si la gente no està” dijo Cajamarca mirando atento la soledad del pueblo. “Pueden estar tranquilos, princesa Millaray y cacique Cajamarca. Me he dado cuenta que nuestros amigos Motilones están haciendo dos ceremonias que quizás han empezado hace poco”. Explicó el guerrero Guaymaral sin alejar la vista de una choza lejana a donde entraban en fila muy ordenada los indígenas.  “Lo que pasa es que están haciendo el exorcismo de los bohíos. Los están tocando fervorosos con sus arcos y sus flechas para favorecerlos de los ataques enemigos”. Entonces Millaray y Cajamarca miraron al sitio lejano  a donde ponìa los ojos Guaymaral mientras Zulia, volando a un lado de ellos dijo en alta voz. “Estàn en la ceremonia del canto o fiesta de las flechas” y bajò mas, mirando como las chozas estaban llenas de aborígenes, entonando cantos rituales,  poniendo finalmente en el centro de las chozas sus flechas y arcos, después de tocar las paredes de barro con ellas a manera de bendición y pedido de protección para sus viviendas. De modo que según los cálculos y por la frescura que Zulia les viò a los Motilones, pensó que pasarìan muchas horas, quizás hasta la noche para que salieran, porque este rito se extendía por catorce horas que no interrumpían ni para comer ni para beber ni un trago de agua.





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