sábado, 16 de mayo de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 85 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)




 No podemos quedarnos aquí mas tiempo”  y acercándose a los jóvenes los abrazaron, lo mismo que al dios Chocò y a su esposa Mile y finalmente al cacique Anbaibe y a sus dos hijos. Caminaron bajo el buitre y tocándole las patas cerraron los ojos diciendo palabras misteriosas. Desaparecieron asì, como si el aire se los hubiera chupado a regiones desconocidas.
Sin hablar de lo sucedido, el dios Chocò dijo “Yo me quedarè aquí, en mi nuevo pueblo. Solo irè unos días a visitar a mi padre Ewandama y al pueblo de los Waunana y regresarè al lado de mi esposa Mile que quiere muchos hijos y grandes riquezas. Todo eso lo tendrá con seguridad. Estamos felices de haberlos conocido, jóvenes Cajamarca y Millaray. Pensamos que dentro de poco volverán al lado de sus parientes los grandes dioses que están continuamente con  nosotros”.
Entonces el còndor viò que era el momento de volar y bajando el ala esperò que los jóvenes subieran a su espalda. En un momento se acomodaron en las costillas de su amigo despidiéndose del pueblo entre gritos felices. Còndor se elevò, dando tres vueltas sobre el pueblo que lo llamaba entre enorme bullicio hasta que finalmente iniciò su vuelo al sur, buscando la tribu de los Cinera donde estaba la princesa Zulia muy conocida por lo bella, por lo màgica y guerrera.
El còndor tenía muchas ganas de conocer a aquella joven. Por eso volò a velocidades de rayo, llegando en poco tiempo a ese pueblo  donde la gente se arrodilò estirando los brazos al cielo porque comprendieron que algo prodigioso iba a pasar en la tribu con la presencia de aquella ave gigantesca a la que consideraron un medio de transporte de los dioses.
De modo que Millaray viendo que no había problema si bajaban a ese pueblo, le dijo al còndor “Baje tranquilo” y el ave descendió entre las chozas y entre miles de indígenas que corrieron a tocar al ave entre temerosos y felices.  
El primero que llegó a averiguar de que se trataba tanta bulla, fuè el guerrero Guaymaral que hacìa algun tiempo se había casado con la hija del cacique cùcuta, la bella Machita, muy conocida y admirada en esas regiones, pero que murió al dar aluz un bebè de los dos. En ese tiempo  Zulia lo llamò pidiéndole que le ayudara a alejar a los enemigos de su tribu que querìan robarle sus tierras. El llegó acompañado de muchos hombres que lo seguían y que en pocos días limpiaron esas tierras de enemigos peligrosos.  Asì fue como la princesa Zulia se quedó con aquel varòn codiciado por las mas bellas mujeres de esos territorios, por su valor y entereza.
Cuando el Tunjo se dio cuenta que habían llegado al pueblo de La joven Zulia, salió de entre las ruanas entre las que dormía y gritò “Mi bella amiga Zulia, cuantas ganas tenía de volver a verla. He venido a cumplirle la promesa que le hice hace setecientos años. Se acuerda?” y la princesa escuchando que gritaban su nombre se vino corriendo con el pelo suelto, con una corona de oro brillante con el sol, pulseras de oro tintineantes, y un sensual guayuco de puma que la dibujaba de modo provocador, a ver quien era el que la llamaba.




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